Aristóteles, alumno de Platón, llegó a una conclusión contraria a la de su maestro, esto es, que la idea de las cosas no es anterior a las cosas mismas. La idea surge de la observación, así pues, no hay una idea perfecta y preexistente, sino la capacidad humana de abstraer características de la naturaleza con las que formar una idea. Las ideas las creamos las personas, no son eternas ni se encuentran en otro plano de la realidad.

 

Al estudiar la realidad desde la percepción aristotélica se distinguen materia y forma, también llamados sustancia y accidente. Para Aristóteles la materia o sustancia  es aquello inmanente en las cosas, que siempre permanece igual; mientras que la forma o accidente es aquella cualidad que no existe por sí misma, sino que depende de la materia. En una silla, por ejemplo, la sustancia es la propia silla, aquello que le hace ser una silla; y el accidente, sus cualidades que no resultan indispensables para que la silla sea tal (color, material del que está hecho), forma, etc.

 

Para conocer la realidad Aristóteles acudió a explicar sus causas: la causa material (de qué está hecho), la causa formal (cómo está hecho), la causa eficiente (qué o quién lo ha hecho) y la causa final (para qué se ha hecho). Según Aristóteles, todo lo que existe tiene una finalidad, es decir, existe por algo.

 

Aristóteles creía que el hombre tenía la capacidad y necesidad de clasificar la realidad según distintos valores, su forma, raza, color, etc. Otro punto de su filosofía es la definición del motor inmóvil, que mueve sin moverse los astros del firmamento.

 

En cuanto a la ética de Aristóteles, sitúa la felicidad como fin último del hombre. El ser humano solo será feliz si utiliza todas sus capacidades y posibilidades. Para Aristóteles hay tres clases de felicidad: la primera viene del placer, la segunda de la libertad y la tercera del conocimiento; así pues un hombre no alcanzará la felicidad si explota una de estas felicidades descuidando las otras. Citando al filosofo: “la virtud está en el centro”

 

Otra de las principales ideas aristotélicas es acerca del hombre y la sociedad, pues para Aristóteles el hombre solo es tal si vive en sociedad. La sociedad humaniza al hombre hasta el punto de que sin ella, un individuo carece de las cualidades que permiten considerarlo humano. En la política, Aristóteles plantea como gobiernos posibles tres sistemas: la monarquía que para él deriva en tiranía; la aristocracia, que se vuelve oligarquía; y la democracia, que se torna en demagogia.

 

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